19 nov 2008

Música y guerra

Afirma el gran Sabino Méndez (guitarrista de Los Trogloditas) Radio3 que "la rumba, como otras muchas músicas, es una música de frontera". Hacía ya varios meses que tenía una reflexión pendiente con mi amigo Manu, de O teatro resoante, acerca de la danza y la guerra, en relación a la innegable tradición bélica de los pueblos balcánicos. Partiendo de una aproximación bastante ingenua y febril, me gustaría aclarar algunos conceptos.
1. La danza, como arte móvil, esto es, el arte del mover, ocupa espacios que le son ajenos, o al menos, ejerce una invasión corporea de la proximidad. En tanto que móvil pues, invasiva.
2. El ritmo, fundamento de la danza común, de la sincronización de los cuerpos, comparte una estética marcial evidente. Todos a una.
3. La música, como arte irreflexivo por antonomasia (aquí es donde me crucifican los amantes del jazz y los esquemas rítmicos complejos) proviene de la calle, de la ausencia permanente de alimento, no del estudio del artista, sino del artista hambriento en el momento de estarlo: en lucha.

El sentido musical de la batalla nos sugiere una formas comunes, más allá del uniforme, la casta, la procedencia o el botín. La trompeta (corneta, cuerno,...) como instrumento tradicionalmente asociado a la batalla y al clamor de las tropas se dibuja claramente como la voz de la patria, el reclamo del señor, el recuerdo de las monedas o las tierras soñadas o prometidas. La música recupera el sentido en un instante, nos devuelve imágenes que tan profundamente se han grabado, que son por sí mismas causa del motor violento (cualquiera que sea su naturaleza: bélica, sexual, económica...)

Necesitamos pues un sujeto que pueda sostener en el campo de batalla la inmediatez del sentido, que guarde en su conciencia la necesidad que crea el valor, indeleble, a salvo de golpes o enveses, que no pierda en ningún momento el norte. Tal necesidad solamente puede estar indicada por una carencia atroz, mortal, irremediablemente protagonista entre todas las pasiones: el hambre.

Hallamos una violencia que se ejercita sin sentido, apenas por un instante, pero que, ante el "toque" (redoble) de la trompeta (tambor, cuerno) retoma su dirección inicial para demostrarse a sí misma, justificar su propio existir. Esa pérdida, momentánea, imperceptible, no lo es para algún sujeto que, a su pesar, sostiene el instrumento en todo momento, movido por una pasión tal que ningún humano podría saciar antes cualquier otra, el hambre.

Solamente un pueblo fronterizo podría haber perdurado hasta nuestros días con una riqueza semejante, permanentemente dispuesto a retomar el ritmo inicial, el sentido de la "violencia" (económica, sexual). La rumba y la música balcánica comparten una esencia común (un logos koinós, casi) que está destinada a convocar la violencia original del existir, el movimiento de los cuerpos.
La urbanización ha conseguido que esta música se aproxime en unas frecuencias inusitadas y todavía extrañas al normal resonar de una civilización enferma, que no consigue perder, ni por un instante el sentido (habiéndolo perdido por completo) para retomar, al son de una perfida tuba o de un maléfico rasgar, el origen del habitar: el saciarse.

Quizás la solución a muchos de los conflictos carentes de sentido de la civilización mundial venga por una apertura oriental, no hacia el sacrificio y la renuncia, sino hacia la tabla, los quiebros y las palmas. Lo zíngaro, como ungüento bélico (mucho más que como provocación), como una llamada a la serenidad.

En resumen: menos cabezas rapadas y más "chichos"...


Rumbita de Pedro Barrull, por el Zíngaro, gitano coruñés.

1 comentario:

manuel cebral dijo...

eseeeee deivi!

la verdad, hay una profundidad gitana, balcánica, nómada, desterritorializada.... que no se puede pseudo-vivir de ninguna manera; quiero decir, como sería por ejemplo ir a clases de meditación zen los martes y jueves, raparse el pelo, hacerse vegetariano y un poco más serio.... hay una exigencia ante la pasión, ante el instante, ante el acontecimiento... que lo pide todo, que todo lo lleva y lo arrasa, que todo lo consuma. Y para ese viaje, para esa experiencia quizá aún nos estemos preparando, quizá todavía no ha (hemos) llegado, quizá la crisis sea la que nos dé el momento; pero vaya!! esto no basta con comprenderlo....