Mostrando entradas con la etiqueta publicidad. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta publicidad. Mostrar todas las entradas
26 ago 2008
La miseria
Cada día me sorprende más la humanidad. Sí. Aunque quizá sería más inteligente, y denotaría una mayor madurez intelectual el decir precisamente lo contrario ("ya nada me sorprende", "estoy curado de espantos" y demás sandeces a las que aludimos cuando no tenemos ganas de ver nuestro ego pisado) sigo sorprendiéndome en un alarde de segunda (o enésima) juventud. Ahora lo que viene pegando fuerte entre los universitarios con arrugas es jugar a las maquinitas, a ver cuantos años me puedo quitar de encima con un par de juegos matemáticos y tres trabalenguas psicofláuticos. Pues no, señoras, no. A mí me parece que más les valiera levantar la vista de la maquinita y juguetear con otra índole de artefactos, que de tan poco querernos ya ni recordamos para que los portamos.
El otro día tuve el placer (porque no, no me ha hecho nada todavía) de conocer a una mujer que, después de 10 años casada, de nuevo se ve en la necesidad de salir por las noches, ser simpática con los desconocidos y demás tonterías que hacen los seres humanos con tal de no afrontar su soledad por derecho. Eran tan torpes sus palabras, tan poco atractivas sus maneras, que no me sorprendería que el próximo desengaño sea aún mayor, pues resulta evidente que no será por amor (o sí, vete tú a saber, hay especias para todos los guisos) el próximo que preste atención a semejante desatino de mujer. Rondando la cuarentena, deshilachada como una muñeca usada, intolerante, susceptible y muy dependiente: con ese perfil es cierto que una consola podrá por fin hacer honor a su nombre.
Ahora el barroquismo publicitario opta por los personajes cotidianos, deformes, "realmente" monstruosos, diría yo, como antídoto ante la perfección de los cuerpos y los movimientos, que si antes se limitaba al ámbito publicitario ahora parece invadir todo lo público (presentadores, comerciales, profesores de universidad, telefonistas,...). Nos muestran las miserias de los mediocres en un intento ladino de captar nuestra atención por semejanza (viejo principio amatorio). Señores, por favor. Ni somos tontos, ni estamos orgullosos (aunque tampoco arrepentidos) de nuestras miserias ni queremos comprar nada.
Lo que queremos es PODER comprarlo. A ver si se enteran de una vez. En el fondo, ellos y nosotros no somos tan diferentes.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)

Baixacultura is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-No comercial-Compartir bajo la misma licencia 3.0 España License.